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Expertos en calefacción recomiendan un sencillo truco para las ventanas que elimina corrientes de aire en minutos.

Mujer con pijama sostiene taza humeante, mirando por la ventana en una cocina iluminada al anochecer.

La primera ráfaga llega cuando menos te lo esperas.

Estás de pie en la cocina, la taza caliente entre las manos, y entonces una fina cuchilla de aire frío se desliza sobre tus tobillos. Los radiadores están encendidos, el termostato estable, pero la habitación parece que pierde confort silenciosamente. Te acercas a la ventana y lo sientes al instante: una corriente invisible que atraviesa la rendija más pequeña, deshaciendo cada grado por el que has pagado.

Los expertos en calefacción dicen que esa escena se repite en miles de hogares cada tarde. No porque la gente tenga malas ventanas, sino porque tiene la rutina errónea con ellas. Los hábitos equivocados, en los momentos menos adecuados del día.

Hay un cambio sencillo que puede acabar con esa corriente helada en cuestión de minutos.

El ladrón silencioso que se esconde alrededor de tus ventanas

La mayoría de la gente imagina las corrientes de aire como algo dramático, como un silbido o una ventana que no termina de cerrar. En realidad, la “fuga” suele ser tan sutil que apenas la notas al principio. Un débil escalofrío tras la nuca. Una zona fría en el suelo. Una estancia que nunca llega a estar cálida del todo, por mucho que subas el termostato.

Los ingenieros de calefacción la describen como un ladrón silencioso. El aire que has calentado todo el día sube y se escapa, mientras el aire frío se cuela de nuevo a través de ventanas con mal uso y juntas descuidadas. No lo ves irse. Solo lo ves en la factura de energía, o en ese jersey extra al que recurres a las nueve de la noche.

En el Reino Unido y en Estados Unidos, los auditores de energía detectan el mismo patrón. Los hogares se quejan de “malos sistemas de calefacción”, pero el verdadero culpable son esos rectángulos acristalados alineados en las paredes. No están rotos, solo mal gestionados. Las corrientes suelen deberse a pequeños hábitos: cómo las cierras, la frecuencia con que echas la llave, la suciedad acumulada en los burletes de goma. Pequeños detalles, gran frío.

Una empresa de calefacción londinense analizó 400 visitas a domicilio el invierno pasado. En más del 70% de los avisos por “habitación fría”, la caldera funcionaba perfectamente. Los radiadores también. ¿El problema? Ventanas que “parecían cerradas” pero no estaban realmente selladas. Marcos deformados por las olas de calor, bisagras rígidas por el polvo, aireadores en posición incorrecta.

En una casa victoriana adosada, la ventana del salón superaba todas las pruebas visuales. Sin grietas, sin manillas rotas, sin huecos aparentes. Pero al hacer una prueba con humo, apareció una fina línea de aire colándose por el borde inferior. La propietaria admitió que solo la “apretaba” sin cerrar con llave, porque la manilla estaba dura. Ese pequeño detalle le costaba alrededor de un 15% más en consumo de gas, según estimó el técnico.

No son historias aisladas. ONG energéticas alertan de que varios grados de calor pueden perderse solo por ventanas mal selladas, especialmente en casas antiguas. Y eso es antes de valorar el confort. Una habitación puede estar “a 20°C” según el termostato y seguir siendo incómoda si las corrientes frías recorren tu piel. Nuestro cuerpo nota el movimiento de aire mucho más que los números en la pantalla.

Los especialistas en calefacción lo explican con una sencillez brutal: el aire cálido siempre busca una vía de escape y el aire frío siempre espera entrar. Las ventanas están en primera línea. Si se dejan a medio cerrar, si los puntos de cierre no se ajustan bien, se crean microhuecos. Esos huecos se convierten en corrientes, y las corrientes en un ciclo de “calentar más fuerte” en vez de “calentar mejor”. La buena noticia es que las ventanas responden muy rápido a un mejor trato.

La “rutina de ventana” que lo cambia todo en minutos

Pregunta a tres técnicos de calefacción por un arreglo rápido y muchos dirán lo mismo: cambia tu rutina diaria con las ventanas. No es una reforma de fin de semana. Es una secuencia sencilla que aplican en cada habitación fría que visitan. La llaman la rutina “sellar, limpiar, bloquear”. Primero, pasa la mano despacio por el marco y el borde inferior, buscando aire frío. Segundo, “limpia” los puntos de cierre: abre completamente la ventana y pasa un paño seco por los burletes de goma y los puntos de contacto del marco para eliminar polvo y arenilla.

Llega el paso clave: cierra la ventana con firmeza hasta que la manilla quede horizontal, y ciérrala con llave hasta el final. En ventanas dobles modernas, ese último movimiento activa varios puntos de cierre que ajustan la hoja al marco, mejorando al instante el sellado. Las ventanas de madera antiguas agradecen el mismo ritual: un cierre firme y completo, no un simple empujón.

Parece un truco ridículamente simple, pero los expertos en calefacción lo recomiendan encarecidamente. Dicen que el error es pensar en las ventanas como algo binario: abiertas o cerradas. En realidad, hay “medio cerradas” y “cerradas con presión”. Ahí es donde mueren las corrientes. Luego añaden un paso: ajustar el aireador. Si tu ventana tiene aireadores regulables, sugieren cerrarlos durante las horas más frías y ventosas y abrirlos un poco por la mañana para renovar el aire, en vez de dejarlos a medio abrir todo el día y la noche.

En una fría mañana de enero en Mánchester, un técnico probó esta rutina con una inquilina que llevaba abrigo dentro de casa. Fueron habitación por habitación. Limpiaron las juntas con un pañuelo, apretaron las manillas y ajustaron suavemente un pestillo flojo con un giro de destornillador. Cerraron la puerta, esperaron diez minutos y luego hicieron la prueba de la vela. La llama ya no temblaba cerca del marco.

La inquilina no compró ventanas nuevas. Cambió la manera de cerrarlas. En menos de una hora, el salón subió dos grados, con el mismo ajuste de radiador. Más tarde, contó al técnico que era la primera vez que veía la tele en invierno sin manta sobre las piernas.

Estudios de institutos de construcción lo confirman. Cambiar la caldera o sustituir todas las ventanas puede aportar grandes ahorros sobre el papel, pero los frutos fáciles están en estos hábitos. Cerrar con llave regularmente, limpiar las juntas y aplicar una “ventilación exprés” en vez de mantener microhuecos constantes puede reducir corrientes y facturas. Se trata de confort real, no solo de eficiencia teórica.

Los expertos añaden otra cosa: las corrientes no solo afectan al dinero. El aire frío en movimiento hace que una estancia parezca hostil, aunque la temperatura sea “correcta”. Tu piel percibe ese movimiento como incomodidad, así que subirás la calefacción de toda la casa para compensar. Es un bucle. Rompe el bucle con una mejor rutina de ventanas, y a menudo podrás vivir con el termostato un poco más bajo sin sentirte castigado.

Cómo hacer la rutina experta de ventanas, paso a paso

Así es como los profesionales aplican la rutina “sellar, limpiar, bloquear” en una vivienda típica. Empieza por donde notes más el frío: la habitación que siempre está fresca. Apaga ventiladores. Pasa el dorso de la mano a un par de centímetros del marco, sobre todo por el borde inferior y las esquinas. Ahí es donde se cuelan las corrientes. Si notas una corriente fresca, ya has encontrado por dónde entra el aire.

Después, abre la ventana por completo. Mira los burletes de goma o espuma. Si tienen brillo de polvo, están cuarteados o llevan restos de pintura, no hacen bien su trabajo. Límpialos suavemente con un paño blando y seco. No los mojes: la humedad los vuelve quebradizos con el tiempo. Haz lo mismo en el marco donde la ventana cierra. Granitos de suciedad pueden dejar la hoja separada un milímetro del burlete.

Cuando termines, cierra la ventana con fuerza y baja la manilla hasta el final. En muchas ventanas de PVC, verás un pequeño “tirón” extra cuando los puntos de cierre muerden. Eso es el burlete comprimiéndose. En ventanas antiguas de madera, un cierre firme pero sin forzar ayuda a que la hoja apoye bien contra la cinta aislante o burlete que hayas puesto.

Ahora viene la parte humana: los hábitos. La mayoría tratamos las ventanas como interruptores. Las abrimos por la mañana para “ventilar”, las cerramos sin más rato después. Las dejamos un poco abiertas “para que corra el aire” y nos olvidamos, aunque la calefacción esté a tope. En un día ajetreado, puedes dejar una entornada toda la tarde y preguntarte luego por qué el salón nunca se calienta del todo.

Seamos sinceros: nadie hace esto religiosamente todos los días. Por “esto”, los expertos en calefacción se refieren a la rutina ideal: ráfagas cortas de aireación intensa, mejor que inclinarlas perezosamente durante horas. Prefieren 5–10 minutos de ventanas bien abiertas cuando la calefacción está apagada, y luego un cierre de verdad, con llave, cuando los radiadores se encienden. Suena contradictorio, pero funciona porque cambias pérdida lenta de calor por cambios de aire controlados.

Un truco empático que comparten con familias preocupadas es vincular la rutina a algo que ya haces: tras dejar a los niños en el cole, al lavarte los dientes, antes de sentarte por la noche. Así se vuelve un pequeño ritual, no otra tarea en una lista interminable. No necesitas perfección, solo constancia la mayoría de los días.

Un ingeniero jefe de calefacción lo resumió así:

“La gente cree que necesita un sistema de calefacción nuevo, pero muchas veces solo debe tratar sus ventanas como un equipo, no como fondo decorativo. Un burlete limpio y la manilla bloqueada hacen más en diez minutos que una hora extra de caldera.”

Para hacerlo práctico, muchos asesores energéticos comparten una lista sencilla. Cabe en un imán de nevera y se convierte en hábito de temporada, sobre todo con las primeras heladas.

  • Pasa la mano alrededor de cada ventana principal una vez a la semana en invierno para detectar nuevas corrientes.
  • Limpia suavemente los burletes cada quince días para quitar el polvo que rompe el sello.
  • Cierra la manilla completamente siempre que tengas la calefacción encendida, aunque estés en casa todo el día.
  • Utiliza ventilaciones “exprés” de 5–10 minutos con las ventanas bien abiertas, en vez de mantenerlas entreabiertas.
  • Ten a mano un rollo de burlete adhesivo barato para las zonas frías evidentes en marcos antiguos.

Un hogar más cálido empieza por cómo cierras las cosas

Hay una satisfacción silenciosa en eliminar una corriente sin comprar nada nuevo. Es como descubrir una función oculta en un aparato que llevas años usando. Cierras una ventana con más intención, la bloqueas, esperas unos minutos… y el aire de la habitación cambia. Se va la frialdad. El zumbido de la caldera parece menos frenético.

Para quien lidia con facturas al alza o esa incómoda sensación de “mi casa nunca mantiene el calor suficiente”, esta rutina te devuelve cierta sensación de control y bienestar. Sin discutir con el casero por marcos nuevos, ni soñar con triple acristalamiento imposible. Solo unos pequeños gestos que suman: mano por el marco, limpieza rápida de burletes, manillas bien cerradas, aireadores regulados con intención y no por rutina.

A un nivel más profundo, estos cambios nos invitan a mirar el hogar de otra manera. No como una carcasa fija, sino como un sistema que responde a cómo lo usamos. La diferencia entre un salón con corrientes y otro acogedor no suele ser una gran reforma. Es un puñado de movimientos discretos repetidos con frecuencia.

En una tarde fría, cuando notes ese hilo helado en los tobillos, recuerda esto. Ve a la ventana. Pasa la mano por el marco. Siente el río invisible de aire y ciérralo con una mano más firme, más inteligente. Luego comparte el truco con quien está a tu lado en jersey, preguntándose por qué su calefacción nunca llega a ser suficiente.

Punto claveDetalleInterés para el lector
Rutina “sellar, limpiar, bloquear”Detectar fugas, limpiar burletes, cerrar y bloquear a fondoReduce corrientes en minutos, sin hacer reformas
Ventilación corta e intensaVentanas bien abiertas 5–10 min, luego cierre totalAire sano sin enfriar la casa durante horas
Mantenimiento ligero pero regularRevisión semanal de ventanas, burletes, manillas y aireadoresMejora el confort y limita el gasto de calefacción durante la temporada

Preguntas frecuentes:

  • ¿Cómo puedo saber si la corriente viene realmente de la ventana? Ponte de pie en un día tranquilo y pasa el dorso de la mano lentamente por el marco, sobre todo por el borde inferior y las esquinas. Si notas una corriente de aire fresco o un leve cosquilleo en la piel, la ventana probablemente es el origen.
  • ¿Tengo que comprar ventanas nuevas para evitar las corrientes? No siempre. Muchas corrientes se deben a manillas mal cerradas, burletes sucios o pequeños huecos que se pueden tapar con burlete de espuma o mejores hábitos de cierre. Los ingenieros a menudo ven mejoras grandes de confort sin cambiar las ventanas.
  • ¿Es mejor dejar la ventana un poco abierta todo el día para ventilar? Los expertos prefieren ahora ráfagas cortas de ventilación total con la calefacción apagada. Un hueco pequeño pierde calor constantemente. Una ventana bien abierta 5–10 minutos renueva el aire con mucha menos pérdida de energía en total.
  • Mis burletes están viejos. ¿Puedo arreglarlos yo mismo? En muchos casos sí. Los burletes autoadhesivos de goma o espuma pueden recuperar marcos gastados. Limpia la superficie, corta el burlete a medida y pégalo donde la hoja se apoya sobre el marco. Si el marco está muy deformado, quizá necesites asesoramiento profesional.
  • ¿Cerrar la manilla con llave marca realmente la diferencia? En ventanas dobles modernas, bloquear suele activar varios puntos que ajustan la ventana al marco. Esa compresión mejora el sellado y puede reducir notablemente las corrientes, sobre todo por los laterales y el borde inferior.

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